“Taxonomía verde”: Claves para entender el futuro energético en Europa
El 1 de enero de 2022 ha sido la fecha escogida por la Comisión Europea para presentar el borrador de su última propuesta, bautizada con el nombre de “Taxonomía Verde”, para clasificar las actividades económicas bajo el prisma de la huella ecológica. Se trata de un ambicioso plan que nace con la pretensión de clarificar el concepto de energía renovable a fin de que tanto inversores como los restantes agentes privados del mercado puedan identificar cuáles son las empresas que verdaderamente producen energía eléctrica 100 % verde respecto a las que únicamente practican el conocido “lavado de cara verde” o greenwashing en terminología anglosajona. Lo cierto es que la iniciativa de Bruselas, aparentemente meritoria y sin precedentes históricos en la esfera mundial, ha despertado un fuerte rechazo entre organizaciones ecologistas y la mayoría de gobiernos de los Estados Miembros que integran la Unión Europea que han manifestado su negativa a dos medidas concretas que recoge el borrador sobre el que deben pronunciarse oficialmente, en el plazo de 12 días desde que se hiciera público, presentando las alegaciones que consideren oportunas al texto hasta el arduo camino que le espera para llegar a ser definitivo. Las medidas controvertidas consisten en la concesión de la etiqueta de energía verde a la energía eléctrica generada con gas natural y a la energía nuclear, coincidiendo con lo pretendido por los ejecutivos de Alemania y de Francia, respectivamente. En lo que respecta a la energía atómica, el país galo debe más de dos tercios de su energía a la producida por sus centrales nucleares por lo que su apoyo al proyecto de la Comisión Europea es claro y ha sido respaldado por Bulgaria y Polonia. En el caso de Alemania, la respuesta está dividida, puesto que este país lleva tiempo eliminando la producción de energía nuclear, pero en cambio, ha recibido de mejor agrado otorgar la etiqueta verde a la energía producida con gas natural. En el bloque de países que hacen frente común rechazando estas medidas se encuentra España junto a la mayoría de gobiernos, entre ellos, Holanda, Portugal, Luxemburgo, Dinamarca y Austria ya han expresado su desacuerdo con la equiparación de energías renovables a la energía nuclear y gas natural que, en el caso austriaco, ha estado incluso acompañado del anuncio de acciones legales si fuera necesario. Por lo que respecta al Gobierno español, se ha emitido un comunicado por el Ministerio de Transición Ecológica competente en el que considera que el borrador introduce más sombras que luces y su adopción supondría un evidente retroceso en la hoja de ruta marcada por el Pacto Verde Europeo para lograr la transición ecológica. Argumentos comunes de los países que se oponen a Bruselas es la falta de evidencia científica para etiquetar a la energía nuclear y a la originada por gas natural como energías limpias. En el primer caso, es cierto que la energía atómica no emite gases de efecto invernadero pero genera residuos altamente contaminantes que son difíciles de gestionar. En el segundo caso, sí se trata de una fuente de energía contaminante aunque no supera los niveles de emisión de CO₂ a la atmósfera. Se considera, asimismo, que introducir estas energías en un terreno tan competitivo como el del mercado de renovables puede tener el efecto nocivo de desviar fondos públicos que son muy necesarios para el desarrollo tecnológico de las energías eólicas y solares, así como repercutir negativamente en las inversiones que requieren esas fuentes de energías más limpias y con menor impacto ambiental. La calificación de energías renovables en España corresponde actualmente a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia mediante los certificados que emite a las empresas del sector energético. En Tarífalo, apostamos decididamente por ofrecer a nuestros usuarios la comparativa de tarifas eléctricas procedentes de energías renovables que cumplan con las garantías de respeto medioambiental.
